Carlos Andrés Pou Ruan
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Aquellos teóricos que desde el siglo XVIII han pensado la arquitectura como un fenómeno de la cultura, se plantean el mito de la primera casa como una instancia de reflexión que explora los orígenes de lo construido y su relación con el medio natural. En lo personal, me inclino a pensar que la arquitectura es, en términos esenciales, un acto de re-significación de la caverna originaria; aquella caverna, cuya decisión de hacerla hogar, fue un gesto primigenio frente al desamparo.
Entonces, para la arquitectura, el acto de construir tiene su correlato en el acto de proyectar. Por eso, desde la perspectiva semiótica, la arquitectura se lee de acuerdo a dos nociones complementarias: proyecto y construcción. Al proyecto, lo identificamos con el lenguaje artificial; y a la construcción, con el lenguaje natural. En ese sentido, es posible afirmar que no existe arquitectura sin proyecto; o, mejor dicho, que toda construcción lleva incorporada en su esencia la actividad proyectual.
Demás está decir que en la propia ejecución de una obra es posible identificar la presencia de una actividad proyectante por parte del constructor, pues las decisiones que se producen en el marco documental del proyecto arquitectónico, se complementan con los ajustes que plantea la realidad
constructiva. De esta manera, el conjunto de instrucciones verbales que se producen durante la obra, así como las decisiones discrecionales del propio ejecutante artesanal, se juntan solidariamente en la idea del filósofo Juan David García Bacca, que asocia el “plan” con el alma del objeto.
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Entender la arquitectura como asociación significante entre construcción y proyecto, entre lenguaje natural y lenguaje artificial, puede tener otro paralelismo teórico de interés. Se trata de la tradicional díada de Ferdinand de Saussure: “langue” y “parole”, donde “langue” (que vinculamos a la construcción), se define como la parte social del lenguaje; y “parole” (que vinculamos a al proyecto), lo entendemos como un acto individual de voluntad e inteligencia.
De esta manera, construcción y proyecto se constituyen en “langue” y “parole”; o, quizás sea mejor decir, “lengua” y “habla”, donde el acto del “habla” precede al de la “lengua”. Esto significa que el lenguaje de proyecto precede a la conformación del lenguaje de la construcción. Entonces, para que exista arquitectura; o, quizás, la primera casa, no es necesario que transcurra la ejecución constructiva, real y material, sino que se cumpla lo que para García Bacca es la idea de “plan”: proyecto, designio, decisión y resultado.
Todo lo anterior sugiere algo muy importante para la arquitectura; y es que la decisión humana de usar una caverna con fines habitables, es semejante a lo que ocurre en la pintura rupestre que anticipa la cacería. Se trata, en ambos casos, del reconocimiento de lo que puede ser habilitado como casa o alimento; ellos son invocación simbólica y constituyen el gesto proyectante o proyectual de construir o cazar.
* Este texto forma parte del libro PARA CONSTRUIR UNA POÉTICA ARQUITECTÓNICA, textos breves sobre significación, ciudad y arquitectura.
Carlos Pou Ruan es arquitecto, profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, FAU / UCV, desde1985. Doctor Honoris Causa por la Universidad Experimental de la Gran Caracas, desde 2020. Miembro del colectivo de arquitectos ¿Cuál Ciudad?, desde 2018.
En la actualidad desarrolla una actividad crítica sobre arquitectura y ciudad en los medios digitales.
Las líneas de investigación han estado vinculadas a la producción del espacio moderno caraqueño.
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Interesante articulo, bien estructurado