Por Ángel Silva-Arenas
Si de algo me siento orgullo es de mi condición de docente universitario, un oficio que ejerzo con pasión desde hace más de 25 años, y que, como el primer día lo asumo con compromiso, ética y responsabilidad hacia quienes, por la gracia del Creador, he tenido el honor de conducir por la senda del conocimiento: mis apreciados alumnos.
Una cruzada que me conecta con la vida, sus bemoles y la pluralidad de la esencia humana, la misma que precisa acercarse a ese prójimo, vestido de estudiante, no importando su edad, condición, cultura e ideología; con tolerancia, paciencia y respeto. Una experiencia donde florece la creatividad, haciendo gala de su versatilidad y animándonos a explorar nuevas experiencias que, bajo la razón, inteligencia y utilidad, nos permitan construir realidades sociales donde el progreso y bienestar hagan causa común con la gobernanza.
La Academia, ese recinto sagrado del saber, nos brinda la posibilidad de escudriñar el ansia de conocer para crecer personal y colectivamente, recorriendo los interesantes caminos de la investigación, saliendo de nuestra zona de confort para orientar la mirada hacia nuevos horizontes y perspectivas que nos abran las puertas hacia el crecimiento y el desarrollo. Un lugar que se redimensiona gracias a la virtualidad, y que nos obliga hoy, más que nunca, a entrar sin titubeos en la onda tecnológica.
Por supuesto que es un asunto de optimismo y fe, todos los que formamos parte de esta legión de luchadores, lo hacemos con absoluto altruismo y vocación, aunque, como todos sabemos, con esto “no se va al mercado” y aunque nuestra valoración social y pecuniaria es disminuida, especialmente por algunos de los administradores de este imprescindible proceso formativo, seguimos adelante, embarcándonos con certeza en esta bella labor, porque creemos que este mundo debe y vale la pena mejorar, y nuestros discípulos son una apuesta a un futuro más justo y esperanzador.
Desde hace 22 años tengo el honor de ser docente en la Universidad Santa María, como también lo he sido de otras insignes instituciones de educación superior en esta Tierra de Gracia. Una comunidad que me ha brindado la posibilidad de ser protagonista de la creación y evolución de su escuela de Comunicación Social, que en la actualidad debe sentirse orgullosa por el contingente de valiosos y talentosos profesionales que con mística y bríos, trabajan en los medios de comunicación, dentro y fuera del país.
Una significativa vivencia que sigo disfrutando y que me ha permitido conocer grandes colegas de profesión y de oficio, por sus credenciales y condición humana, muchos de los cuales con el tiempo han formado parte de mi agenda afectiva y que refrendan el espíritu e intención de enseñar en el mundo real.
He hecho muchas cosas en la vida, me gradué de Sociólogo y Comunicador Social, me especialicé en Gerencia y Desarrollo Organizacional, he hecho cursos de coach ontológico, oratoria, marketing, redes sociales, economía, turismo y un largo etc.; me he desarrollado profesionalmente en radio, prensa y televisión; he sido reportero, gerente de comunicaciones corporativas, relacionista público, editor de publicaciones, investigador, escritor y pare usted de contar, y siempre que me pregunta cómo quieres qué te llame, contesto, rápida y felizmente: “Profesor”.
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