Fotografía: Christy Silva-Arenas
Por Hortensia Pérez Machado
Esta es una reflexión parcial sobre la ciudad en que nací y en la que vivo: Caracas. No es una visión absoluta, no es definitiva, de seguro cambiará en el tiempo pero es la que me embarga ahora como ciudadana en un momento difícil de la vida caraqueña. No me atrevo a hablar del país entero, me remito a este ámbito en el que me muevo día a día. Es un pedazo de sentir que discurre entre lo académico, lo político y lo poético.
Caracas es una ciudad de contrastes, siempre lo ha sido. Desde la colonia hasta hoy, vivimos en contradicción sin mucha complejidad a simple vista pero al sumergirnos encontramos complejidad formal, bastante complejidad conceptual y una intrincada complejidad cultural, todo en una gran maraña que a la manera de un chicle bomba, hoy -en el 2016- se nos ha reventado y nos tiene pegajosos, sucios y confundidos.
Formar concepto, dice la Real Academia de la Lengua Española, es determinar algo en la mente después de examinadas las circunstancias. En esta ciudad, sucursal del cielo, donde sucede lo inimaginable a toda hora, las circunstancias son muchas, las hay agravantes, las hay atenuantes como también eximentes. El ciudadano común y corriente es el acusado, réprobo condenado a penar eternamente en una ciudad que parece no darle tregua para pensar, construir y disfrutar los lugares que le deberían ser propios.
En el ámbito de lo privado, no habitamos, nos recluimos en unos receptáculos que nos funcionan como trincheras, escondites de una realidad exterior que nos abruma, nos asusta y nos hastía a diario.
Si nos detenemos a pensar en lo público: la calle, la acera, la plaza, el parque, el paseo, el boulevard, el mismo centro comercial, la imagen del barrio, de la parroquia, o de la urbanización. Vemos con tristeza que lo público es tierra de nadie, espacio (con honrosas excepciones) condenado al abandono. El espacio público se requiere, se necesita con desesperación pero a la vez se niega, es un espacio sin dolientes constructivos, todos nos quejamos pero nadie atina a ocuparse. Siempre el responsable debe ser otro, uno que no está, que no se sabe quién es o corresponde a una gestión de gobierno que lo asume según criterios ajenos al concepto del colectivo ciudadano, que al fin y al cabo es uno y no debe ser visto según parcialidades políticas o económicas, sino con un criterio de inclusión general y equidad.
Así las cosas los caraqueños de hoy, nos encontramos atrapados.
Consideremos por ejemplo, los principales parques con que cuenta la ciudad, a los que el ciudadano común, usted o yo, puede llegar a pie o mediante el deplorable e insuficiente transporte público y listémoslos a continuación por sus nombres tradicionales:
* | PRINCIPALES PARQUES DE CARACAS | SECTOR DE ATENCIÓN |
1 | PARQUE DEL ESTE | ESTE DE CARACAS |
2 | PARQUE DEL OESTE | OESTE DE CARACAS |
3 | JARDÍN BOTÁNICO | PLAZA VENEZUELA-U.C.V. |
4 | PARQUE LOS CAOBOS | PLAZA VENEZUELA-PASEO COLÓN |
5 | PARQUE LOS CHORROS | NORESTE DE CARACAS |
6 | PARQUE CUEVAS DEL INDIO | LA GUAIRITA-SURESTE DE CARACAS |
7 | PARQUE RÓMULO GALLEGOS | EL MARQUÉS-ESTE DE CARACAS |
8 | PARQUE RECREACIONAL LA AGUADA | AV. BOYACÁ-NORESTE DE CARACAS |
9 | PARQUE ZOOLÓGICO CARICUAO | CARICUAO- SUROESTE DE CARACAS |
10 | PARQUE NACIONAL EL ÁVILA | NORTE DE CARACAS |
Vemos que solo gracias al Ávila, tal vez tenemos cubierto el porcentaje requerido por los estándares internacionales según los cuales toda ciudad debe ofrecer de 9 m2 a 16 m2 de área verde por habitante. Si razonamos que al Ávila sólo se accede de forma limitada, como ciudad no llegamos a cumplir con los patrones mínimos requeridos.
Sin embargo olvidaríamos los insuficiente metros, si estos espacios intrínsecamente hermosos, que son los parques mencionados, estuvieran cuidados, mantenidos apropiadamente para el use y disfrute de la ciudadanía. Lamentablemente no es así, el estado de cada uno de éstos es de abandono, unos más, otros menos. Recorriéndolos se puede ver que o faltan las luces o los bancos están rotos, la maleza los ahoga o los jardines están secos, sin embargo su belleza traspasa ese abandono más allá de la tristeza que los embarga y toca el alma ciudadana. Los parques se usan y mucho, el ciudadano los necesita.
Lo mismo sucede con el resto de los espacios públicos que están en general destartalados, salvo la honrosa excepción del municipio Chacao, cuyas menores dimensiones municipales resultan una bendición, la ciudad pide a gritos que se ocupen de sus calles, sus aceras, sus plazas, sus parques, sus edificios.
La ciudad de Caracas, otrora cosmopolita se ve en la actualidad desvencijada, afeada, aporreada por la mala gerencia, como la mala mano que tienen algunos amantes, destructores de la belleza de sus amores.
No obstante la ciudad subyace en lucha agónica por sobrevivir a este mal momento, al mal amante que le ha tocado en suerte, suerte ahora desgraciada pero no definitiva.
Como fénix, Caracas resurgirá de sus cenizas, del mal polvo que la cubre en este momento aciago y la llena de basura y excremento. Recuperará su olor a flores, a cayena, a amapola, a magnolia y a orquídea, recuperará sus flores de araguaney, bucare, acacia y apamate.
El caraqueño recuperará su albedrío, su apetito por la vida pública, su andar sin miedo en la ciudad que le pertenece y lo cobija. En Caracas ha de recuperarse la ciudadanía, la responsabilidad de la calle, el disfrute del espacio público en convivencia y armonía como lo hace todo aquel conoce sus derechos y sus deberes.
Como al mal paso de una plaga extrema, Caracas recuperará su vida pública, sus días de sol y de lluvia visitando los museos, sus fines de semana en los parques con los niños, sus tardes placenteras en las plazas al descuido del viento, Caracas recuperará sus noches de luna llena o menguante o creciente o sin luna con transeúntes variopintos que van de fiesta o vienen del teatro, que salen a cenar y esperan por la función del cine de medianoche.
Caracas renacerá, eso es seguro.
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