Por Ángel Silva-Arenas
Conversar con Adriana Herrera es contagiarse de pasión y seguridad, es una constante invitación a recorrer la vida en una suerte de periplo caprichoso pero con sentido, donde toparse con la maravillosa experiencia de descubrir -a cada instante- algo que nos conmueva, nos deleite o nos evoque emociones, es parte fundamental de su atractiva bitácora.
Para esta joven caraqueña, periodista de profesión, viajar por el mundo es una lúdica y prolífica excusa para saciar sus ansias de escribir, esas que con entusiasmo desbordado plasma en sus relatos y crónicas, brindándonos la posibilidad de explorar lugares llenos de colores, sabores, olores, y sensaciones.
www.viajaelmundo.com
Cansada de la rutina que supone un trabajo formal con un horario normal, un domingo -uno de esos de desgano y reflexión- tomó la decisión de su vida. Y así, con la certeza de saber cuál era su norte, hace seis años emprendió segura su cruzada personal y empresarial; recorrer el mundo y darlo a conocer. Un transitar que la ha llevado a más de 19 países de América y Europa.
“Tenía siete años como editora en una prestigiosa revista de modas, a nivel nacional e internacional, lo que me permitió, entre otras cosas, conocer muchos países. Desde el punto de vista profesional tenía una vida exitosa, un trabajo fascinante con el cual aprendí muchísimo. Sin embargo, hay algo con lo cual nunca he podido lidiar; hacer siempre lo mismo. La rutina me pone de mal humor. Me urgía un cambio, hacer algo que verdaderamente me llenara, sabía que quería dedicarme exclusivamente a escribir. Entonces, me dije: viajar es un excelente motivo para hacerlo y así empezó todo. Recuerdo que mientras hacia los viajes de trabajo, siempre tomaba un día fuera de los itinerarios marcados y me apartaba para conocer la ciudad donde me encontraba y luego me sentaba a escribir. Esa curiosidad y necesidad me hizo renunciar a todo lo seguro por comenzar esta iniciativa”.
Armada de ganas, Adriana tomó su liquidación y emprendió su primer viaje. Canaima fue el destino escogido, un espectacular escenario natural, ubicado en el estado Bolívar, al sureste de Venezuela, lleno de energía y buena vibra, las mismas que se reflejan en sus relatos. Cinco meses después se enrumbó al viejo continente y, a partir de entonces, no ha parado.
“Esta inquietud me llevó a crear www.viajaelmundo.com, donde quien lo lea puede encontrar crónicas sobre los sitios que visito. Al principio era una necesidad de vaciar, a través de la escritura, lo que yo entendía de mis viajes. Son relatos que en el fondo hablan de que, en cualquier parte del mundo, todo es posible, que nada te impide hacer lo que quieres, sea montar un “chiringuito”, una posada, vender postales, en fin, lo importante es luchar por lo que auténticamente se desea”.
Con el correr del tiempo y, a medida que su blog comenzó a ganar seguidores, quienes además de disfrutar de sus cuentos, les dejaban comentarios e inquietudes, Herrera empezó a incluir en sus textos orientaciones de cómo llegar y qué hacer en los lugares que reseñaba, siempre respetando una de sus principales máximas: el mejor viaje es aquel que está sujeto a la flexibilidad.
Tal como aparece reflejado en su portal “Viaja el Mundo es una invitación a recorrer, a descubrir las caras menos obvias de cada destino, de conocer historias. Es detenerse en las esquinas para disfrutar, sin prisa, de lo que aparece ante nuestros ojos. Son crónicas (relatos, cuentos, delirios, intentos) para el viajero curioso con las que intento compartir e inspirar a otros a moverse, a mirar y deleitarse con todo lo que nos rodea”.
Mañas de viajera
Para esta disciplinada y aventurera mujer, hay maneras que delatan sus itinerarios. En primer lugar, ser flexible. “Esto te permite no incomodarte con cualquier eventualidad que te pueda surgir durante el trayecto y que a muchos les impide disfrutar del viaje”.
Tampoco le gusta lidiar con gente que se queje, un vía crucis que no aparece en su plan de vuelo. Quizás por eso prefiere viajar sola. “No me gusta que me apuren y me presionen. Cuando viajo estoy metida en mi propio proceso, me detengo a ver lo que quiero ver, hacer lo que quiero hacer, levantarme y acostarme cuando lo deseo, en fin, me hago acompañar de mis propias mañas sin perturbar a nadie. Cuando lo haces en compañía tienes que hacerlo también con los prejuicios y manías de quien te acompaña”.
De alma libre, Adriana transita el mundo a su capricho. Lo hace cuando siente la necesidad y el instinto, nunca con un protocolo. “Lo único que tengo claro es el destino inicial y dónde voy a quedarme, esto por cuestiones de tranquilidad, todo lo demás lo voy pautando en el viaje mismo”.
A pesar de su absoluta independencia y libertad, hay prácticas que siempre hace cuando viaja. “Me gusta ver los paisajes desde arriba. Una de las primeras cosas que intento hacer es buscar la parte más alta para tener una perspectiva global de la ciudad o lugar donde me encuentro, eso me permite percibir la dinámica del lugar, cómo se ubican las cosas”. Adriana presta mucha atención a las sensaciones, por eso no deja de visitar los mercados y deleitarse de sus sabores. Dedica un tiempo importante a observar a la gente, cómo camina, cómo habla, cuál es su ritmo, así como degustar las bebidas autóctonas e indagar sus curiosidades.
Destinos para maravillarse
A la hora de elegir cinco destinos en esta Tierra de Gracia, Adriana se complica pues sabe, con conocimiento de causa, que Venezuela es un territorio de potencialidades turísticas ilimitadas. No obstante, no se amilana, y empieza su lista.
“Definitivamente comenzaría por Caracas, una ciudad que resume al país. Creo que nosotros, los caraqueños, debemos saber cómo amarla y comprenderla. Recorrerla es descubrir mil cosas en cada rincón. Es arte, es música, es color. Tenemos El Ávila, que es un privilegio de Dios. Manejamos por la Autopista y conseguimos obras de arte como La esfera de Soto, o los murales de la Avenida Libertador y la Universidad Central de Venezuela. Los llanos de Apure, Guárico y Barinas son unos paisajes únicos, una inmensidad que se pierde en el horizonte, que te arropa y te seduce. Su gente amable y hospitalaria te invitan a ser feliz. Los tepúes de la Gran Sabana tienen una presencia sobrecogedora que te hacen sentir muy pequeño, haciéndote despejar del ego, te remueve y te carga de energía. Los Roques, el tercer parque más virgen del mundo, con esa agua verde y cristalina, es una experiencia fuera de serie. Y, la Península de Paria, con su verde azul que te hace sentir que la selva se escapa al mar es un lugar que hay que conocer”.
En el mundo, esta alma errante volvería una y otra vez a Río de Janeiro, donde la dualidad ciudad-mar enamora. Irlanda, es otra alternativa, específicamente las afueras de Dublín, así como también recomienda ir a Edimburgo, capital de Escocia, donde la mezcla de lo viejo con lo nuevo es sencillamente maravilloso.
Materialmente hablando
Siguiendo con la filosofía de nuestro portal, invitamos a Adriana a contestar el test Material para Hablar, una serie de preguntas que permiten al lector tener una visión más personal de los entrevistados.
¿Viajar es sinónimo de…?
Descubrimiento.
¿Qué cualidad valora más cuando visitas un lugar?
Su gente.
¿Qué música no puede faltar en el soundtrack de tus viajes?
El jazz.
¿Cuál es el estado anímico que transmiten tus relatos?
Nostalgia.
¿Qué esperas de tus amigos?
Amor y fidelidad.
¿Un lugar favorito para vivir?
Caracas.
¿Un recuerdo de un viaje de infancia?
El mar de Chichiriviche.
¿Qué color no existe en tu paletas de colores?
Están todos.
¿Qué viaje te gustaría hacer?
Conocer Asia.
¿Qué cualidad aprecias en los hombres?
La ocurrencia.
Y ¿en las mujeres?
La autenticidad.
¿Un lugar que admiras?
El Congo Mirador, al sur del Lago de Maracaibo, donde se aprecia el fenómeno del Catatumbo.
¿Con cuál prenda de ropa te identificas?
Unos Converse.
¿Un lugar para soñar?
Los Roques.
¿Con qué se construye la felicidad?
Con constancia y sinceridad.
¿El viaje feliz?
El que te haga sentir bien contigo mismo, estés donde estés.
¿Libro de cabecera?
El Cielo de los Leones de Ángeles Mastretta y La Loca de la Casa de Rosa Montero.
¿La mayor desgracia de un viajero?
Quejarse.
¿El lema de tu obra?
Viajar es saber que el mundo está ahí para recorrerlo.
¿Qué flores compras para adornar tu casa?
Girasoles.
¿Qué lugar te saca de quicio?
Mi casa.
¿Un pecado capital que repite?
La gula.
¿Qué te provoca rabia?
La mentira.
¿Un lugar para enamorarse?
New Orleans.
¿Una frase que te define?
Constancia.
¿Qué no puede faltar en tu maleta de viaje?
El cepillo de diente y el ipad.
¿Nunca viajarías con…?
Alguien que se queje.
¿Un lugar para despecharse?
La terraza 360 en Caracas.
Con la misma emoción del viajero que tiene que ir a un nuevo destino, se despidió Adriana de este informal pero gratificante encuentro, con una pícara sonrisa en su rostro y una mirada proyectada en el horizonte, seguramente igual a las que acostumbra hacer cuando, desde la cúspide de una ciudad que visita por vez primera, intenta capturar el ritmo, el aroma y, por qué no, el alma de sus habitantes.
Comments are closed.